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Arantxa Aguirre va estrenar fa ja algunes setmanes el documental Dancing Beethoven, que segueix el procés de preparació i estrena de la coreografia que Maurice Béjart va idear per a la Novena Simfonia de Beethoven, i que havia portat a l’escena per primera vegada el 1964. Béjart ja no hi és, va morir l’any 2007, però la companyia que porta el seu nom (amb seu a Lausana, Suïssa), manté viu el seu record, i la seva filosofia de treball. Precisament aquests dies la companyia de Béjart és a Catalunya, per a inaugurar una nova edició del Festival Castell de Peralada.

Contactem amb Arantxa a través d’internet, i li fem arribar algunes preguntes sobre aquest i altres treballs seus, que ens respon amablement per correu electrònic.

¿Cómo nació el proyecto de Dancing Beethoven?
Arantxa Aguirre: La película nació ligada al gran proyecto del Béjart Ballet Lausanne de recuperar la coreografía mítica de Maurice Béjart sobre la Novena Sinfonía de Beethoven. La compañía quería dejar una huella perdurable del costoso proceso que supone poner en escena una obra de esa envergadura. Yo ya había rodado con ellos varios documentales de modo que confiaban en mi trabajo y, lo que es muy importante para mí, me permitieron una gran libertad de acción.

¿Qué objetivos te marcaste desde el principio? ¿Qué querías comunicar a través del documental?
Trabajar con un hito de la cultura universal como es la Novena Sinfonía representaba un gran desafío. En primer lugar traté de entenderla lo mejor posible para poder hablar de ella atinadamente. Además, me propuse llevar a cabo una reflexión sobre el arte y su papel en nuestras vidas.

Es un documental que trata de danza, de Béjart, de Beethoven, y de historias personales…
La intimidad y la cercanía que aportan las historias personales me hacían mucha falta para contrapesar la solemnidad de la Novena Sinfonía. No quería hacer algo pretencioso. En esta obra, además, Beethoven, Schiller y Béjart se refieren a la fraternidad y esa noción tiene su raíz en las personas.

A nivel artístico, este proyecto implicaba gente de lugares muy distintos, de multitud de nacionalidades (la compañía de Maurice Béjart, con sede en Suiza; el Ballet de Tokio; la Filarmónica de Israel, bailarines africanos…). Un ejemplo de como la música, y también la danza, son integradoras…
En general todos los seres humanos somos sensibles a la belleza. A través de la armonía, el ritmo o la proporción, el arte nos conmueve y apela a lo que las personas compartimos, aquello que nos une por encima de divisiones basadas en la raza, la religión, la clase social…

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Una imatge de Dancing Beethoven | Foto: Rafael Reparaz

Viendo el documental, descubrimos como Beethoven y Béjart son dos artistas que tienen mucho en común…
Gil Roman, que conoció perfectamente a Béjart, lo explica muy bien. Beethoven y Béjart tienen una personalidad arrolladora y la ponen por delante en sus obras. En los dos hay una voluntad de trascender, de hacer algo grande y generoso. Además, saltan a la vista coincidencias como el sentido teatral o el gusto por los choques rítmicos.

Dancing Beethoven permite ver también la dificultad y el sacrificio que representa preparar una obra como la Novena con la coreografía de Béjart.
En el ballet clásico (no hay que olvidar que Béjart se basa en la técnica clásica) se necesitan largos años de aprendizaje y un esfuerzo enorme hasta conseguir dar una impresión de suprema ligereza y facilidad. Me interesaba que la película mostrase lo que el espectador no ve en el teatro: las siete partes sumergidas que sostienen la parte visible del iceberg. Quería contar que lo que merece la pena suele costar mucho.

¿Qué aprendiste, finalmente, de este proyecto?
En esta película he entendido lo importante que es ser valiente cuando quieres hacer algo que valga la pena. Y que las mejores enseñanzas solamente las recibes cuando te has esforzado al máximo.

La danza es una disciplina minoritaria en nuestro país, que no tiene el apoyo que en otros lugares, ni quizá tampoco suficiente difusión. ¿Piensas que documentales como el tuyo pueden ayudar a generar interés por el ballet?
Claro que sí. Me consta que muchas personas que a priori no sentían ningún interés por la danza la han descubierto a través de mis películas. Creo que la danza es un arte con un enorme potencial para atraer a mucha gente y que la indiferencia que hay en España se debe sobre todo a la falta de tradición, al puro desconocimiento. Me siento orgullosa de aportar mi granito de arena en ese sentido.

Llevas muchos años ligada a la danza y a la compañía de Béjart, a la que has filmado en muchas ocasiones. ¿Qué te atrajo del mundo del ballet para acabar dedicándote a él?
La materia prima del cine y de la danza es la misma: la imagen en movimiento. Son dos artes que se llevan muy bien. Pocas cosas hay tan seductoras para una cámara como tener delante el cuerpo de un bailarín que evoluciona con una plasticidad y un control admirables. No es extraño que grandes cineastas como Wim Wenders o Carlos Saura se hayan enamorado de un arte al que yo misma me he rendido con enorme placer.

¿Qué es lo más difícil de filmar danza?
Hay algo propio de la danza y del teatro que le está totalmente vedado al cine. Se trata de la noción de ceremonia: la conciencia de que público e intérpretes viven un momento compartido. El cine no se puede limitar a rodar lo que ve un espectador porque se le va a escapar esa sensación que es quizá lo más importante de la experiencia teatral. Tiene que jugar con sus propias armas y aportar lo que sólo el cine puede ofrecer.

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Kathleen Thielhelm i Masayoshi Onuki | Foto: Rafael Reparaz

El estreno de Dancing Beethoven en España fue el 28 de abril y en Barcelona todavía se puede ver en los Balmes Multicines. También estuvo mucho tiempo en los Cinemes Girona. ¿Sorprendida?
La película se ha estrenado en salas comerciales de Alemania, Austria y Suiza y ha obtenido una magnífica acogida del público y la crítica. En breve se va a estrenar en Japón, donde albergo grandes esperanzas. Pero tengo que reconocer que no las tenía todas conmigo en cuanto a su estreno en España, a pesar de contar con la distribuidora Márgenes que ha hecho lo imposible para que Dancing Beethoven llegue a la cartelera. Por eso me ha sorprendido agradablemente la buenísima acogida del documental, sobre todo en Barcelona. En Madrid también hemos tenido llenazos espectaculares pero no ha habido dos salas comerciales, como en el caso de Barcelona con los Balmes y los Cinemes Girona, que hayan mantenido la película en cartel mientras siguiese atrayendo a los espectadores. Estos ya más de dos meses en cartel me hacen muy feliz. No esperaba yo tanto en España, aunque siempre tuve claro que si en alguna ciudad había posibilidades era en Barcelona, que desde los lejanos tiempos de la Compañía de Ballet del Liceo (la primera de España) ha fomentado la afición por la danza y no digamos por la música.

¿Qué comentarios te llegan sobre el documental?
Me consta que es un trabajo que ha conmovido a mucha gente. Eso es lo que más valoro.

Cuando acaba Dancing Beethoven, te vienen ganas de ver la obra completa, toda la coreografía que Béjart ideó para la Novena Sinfonía de Beethoven…
Ese era uno de los objetivos del documental: despertar el gusto y la curiosidad por ver la obra original. No es una película que se acabe en sí misma sino que tiene vocación de alentar reacciones que van más allá de los ochenta minutos que dura su visionado.

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Julien Favreau i la catalana Elisabet Ros | Foto: Rafael Reparaz

Nos conocimos hace unos meses. Fue en la presentación de otro documental tuyo, Una rosa para Soler -dedicado al Padre Antonio Soler-, que se pudo ver en el Petit Palau. Soler es un compositor de quien no se saben muchas cosas, a pesar de su importancia. En ese sentido tu documental ayudó a aproximarnos a un músico que mucha gente todavía desconoce…
En efecto siento que con ese documental, que nació por iniciativa de la pianista Rosa Torres-Pardo y de la productora Ángela Torres, he contribuido a la divulgación de nuestro patrimonio musical y a la puesta en valor de un compositor insuficientemente valorado. Eso es algo de lo que me siento orgullosa, entre otras cosas porque fue una película a la que únicamente quiso apoyar la Fundación Loewe y que se realizó gracias al trabajo desinteresado de unos maravillosos intérpretes como la propia Torres-Pardo, Rocío Márquez, Nicolau de Figueiredo o José Carlos Martínez, entre otros.

¿Se podrá ver por televisión algún día?
Sí: confío en que en breve se va a emitir en TVE.

En aquella ocasión, nos contabas que estabas trabajando en otro documental sobre Enrique Granados. ¿Cómo está ese proyecto?
Estoy ya en la fase de montaje aunque todavía nos queda rodar algunas escenas. De nuevo cuento con la colaboración inestimable de Rosa Torres-Pardo que, entre otras obras, ha interpretado para la película la pieza El Pelele, que rodamos en el Palau de la Música. También hemos rodado en el Teatro del Liceo con ella y la Compañía Nacional de Danza y en otros espacios emblemáticos, con cantantes como Carlos Álvarez, Nancy Fabiola Herrera o Arcángel, el guitarrista Juan Manuel Cañizares y otros grandes artistas. Espero tener lista la película para final de año.

Parece que ahora, quizá más que nunca, el documental vive un buen momento. Hay mucha oferta, tanto en televisión como de festivales, cines con programación específica. ¿A qué piensas que es debido? ¿Por qué ahora hay más interés por hacer documentales, y también por verlos?
Creo que ese buen momento se debe a que los documentales se hacen cada vez mejor, con más conocimientos y cuidado, y por lo tanto aumenta la afición de los espectadores. A mí me parece un género lleno de posibilidades para contar historias maravillosas. Ahora bien, hay que realizarlas con la máxima exigencia si queremos seguir convenciendo al espectador.

Muchas gracias, Arantxa Aguirre, y ¡felicidades por tu trabajo!
Muchas gracias a ti, Pere Andreu.